Inspirado en un poema de Daniel Bencomo, Doce caguamas en el refri
Siempre medio llenas, medio limpias
Abro la puerta y la luz alerta a las cucarachas de medianoche
No hay leche, me estorba un pedazo de jamón mordido
Me levante hoy en la madrugada para mirar las estrellas
Subí a la azotea, desnudo, así me gusta dormir muchas veces
Para que ellas desde el infinito puedan burlarse de mi vergüenza
Mis vellos se erizaron, mis pies se quejaron del frío
Quise orinar intensamente sobre la calle, desde arriba
Sentirme como gotera del cielo segregando deseos
Como se sienten ellas tras smog y entre galaxias
Un destapador, para despertar a esta helada compañera
Que me destila de mis tartamudeos y censores
Combustible para todas ocasiones
Briagas bragas y bruscas braguetas
Humectaciones, ungüentos de las putas de Morfeo
Mientras platico con mi caguama
Observo a esas zagalas estelares
Se mofan de mi desnudo cuerpo
Y entonces les digo algo
Al oírlo se silencian, se enrojecen
Voltean su mirada y se retiran ultrajadas
Regreso a mi cocina
Sonriendo victorioso
Orgulloso y encuerado
Aquellas tristes hermafroditas
Jamás tendrán guardadas
Once caguamas en el refri
domingo, 26 de julio de 2009
lunes, 20 de julio de 2009
¿Qué pasa si no te dejo entrar?
Basada en la novela del mismo nombre, dirigida por Tomas Alfredson. Déjame entrar
Con escalas y tonalidades de nieve oscura, importada quizás de la mente de Tim Burton, la sangre es quien realmente protagoniza esta historia, utilizando sus rostros más cautivadores: amor, vida, muerte y horror.
El encuentro entre dos asesinos con el aspecto de inocentes niños, usan sus palabras para jugar a las escondidas y sus miedos para conquistar el corazón del otro. Él afila su cuchillo, mientras ella lame sus colmillos. El horror suelta una sonrisa romántica, repulsiva y ronroneante acorde al escalofrío que surge en los labios, recorre el cuello y se retiene por instantes en la punta de los dedos, debilitando el plasma apresurado por el latir del corazón, confundido éste por las emociones que lo muerden.
En esta obra, hay más de dos asesinos.
Con escalas y tonalidades de nieve oscura, importada quizás de la mente de Tim Burton, la sangre es quien realmente protagoniza esta historia, utilizando sus rostros más cautivadores: amor, vida, muerte y horror.
El encuentro entre dos asesinos con el aspecto de inocentes niños, usan sus palabras para jugar a las escondidas y sus miedos para conquistar el corazón del otro. Él afila su cuchillo, mientras ella lame sus colmillos. El horror suelta una sonrisa romántica, repulsiva y ronroneante acorde al escalofrío que surge en los labios, recorre el cuello y se retiene por instantes en la punta de los dedos, debilitando el plasma apresurado por el latir del corazón, confundido éste por las emociones que lo muerden.
En esta obra, hay más de dos asesinos.
Dios y los héroes son innecesarios
Novela escrita por Aldous Huxley, Un mundo feliz
La estancia en un lugar utópico lleno de una bizarra armonía, donde los padres son abortos de la naturaleza y la felicidad se mide en gramos, los juegos sexuales son pasatiempos infantiles y las orgías son sanas convivencias entre amigos. Todos se pertenecen a todos, y la soledad es el crimen que aterroriza a los niños de 60 años.
Un posible derrame de alcohol en una probeta, una mujer atraída por el error del hombre, y un salvaje parido en tierra podrida. Juicio sin castigo, leyes sin crítica, héroes inexsistentes, y un Shakespeare abandonado en un librero encajonado, mientras la ciencia permanece encadenada para evitar que sea preñada por zanganos y devore a sus hijos.
Cultivos de "seres humanos" en subterráneos, medidos y envasados con su oficio, sus amores y disgustos. Artes de un dadaísmo corrompido con deportes sin desgaste físico, conjugando en el sexo sin exceso de pasión ni remordimientos. Y después de tantos siglos, Dios se volvió viejo y se ha jubilado en un desierto.
La estancia en un lugar utópico lleno de una bizarra armonía, donde los padres son abortos de la naturaleza y la felicidad se mide en gramos, los juegos sexuales son pasatiempos infantiles y las orgías son sanas convivencias entre amigos. Todos se pertenecen a todos, y la soledad es el crimen que aterroriza a los niños de 60 años.
Un posible derrame de alcohol en una probeta, una mujer atraída por el error del hombre, y un salvaje parido en tierra podrida. Juicio sin castigo, leyes sin crítica, héroes inexsistentes, y un Shakespeare abandonado en un librero encajonado, mientras la ciencia permanece encadenada para evitar que sea preñada por zanganos y devore a sus hijos.
Cultivos de "seres humanos" en subterráneos, medidos y envasados con su oficio, sus amores y disgustos. Artes de un dadaísmo corrompido con deportes sin desgaste físico, conjugando en el sexo sin exceso de pasión ni remordimientos. Y después de tantos siglos, Dios se volvió viejo y se ha jubilado en un desierto.
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